Mgs. Luis René Ávila
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La sociedad contemporánea está mediada totalmente por la tecnología. El ejercicio del poder está influido directamente por los avances tecnológicos, a tal punto que no es posible la globalización en la que estamos inmersos sin el avance productivo de la ciencia. Sin duda, el desarrollo científico y tecnológico es uno de los factores más influyentes sobre la sociedad contemporánea.
Hoy más que nunca, estamos a expensas del conocimiento que genera la investigación científica, única forma de enfrentar con éxito a la mortal pandemia que inunda el mundo actual, para conocer el comportamiento del virus que nos agobia y las decisiones correctas que deben tomar los gobiernos y los individuos.
La cultura latinoamericana es dueña de una riqueza milenaria de tradiciones, ideologías y relaciones que se refleja en su vida diaria, llena de una gran diversidad étnica, expresiones, significados y prácticas propias e indispensables para la vida de un latinoamericano. Fácilmente pasamos del llanto a la risa, del luto a la fiesta, del desenfreno al recogimiento, no tenemos patrones que impongan nuestra conducta.
Eduardo Galeano afirmó que el rechazo a la ciencia es la herencia maldita de Latinoamérica y atenta a la construcción de su propia identidad cultural. Esta carencia histórica está vinculada a realidad actual de la Región porque la transferencia de ciencia y tecnología, desde los países desarrollados, conlleva también una fuerte descarga ideológica que busca la dependencia.
Latinoamérica requiere para su desarrollo científico el impulso que le dan procesos, relaciones y experiencias de países que han logrado avances significativos en las últimas décadas a partir de realidades similares; de su interrelación con los otros países de la Región; también lo que puede aprender de los países que han avanzado hacía la mayor equidad social.
Es momento de conocer que nos pueden aportar nuestros compatriotas que se han formado en el exterior es esta década, no se puede echar al traste todo ese esfuerzo y estudio. El Ecuador, en los últimos años apostó por este desarrollo científico y tecnológico, invirtió en educación, impulsó la investigación académica, vinculó la Universidad con la Sociedad y es de esperar un liderazgo político efectivo para poner en marcha el conocimiento y los recursos en proyectos de desarrollo que busquen el bienestar colectivo. Si elegimos un nuevo gobierno capaz, honesto y sin odios políticos podremos avanzar. No es pedir demasiado, o sí.
Para comprender la verdadera lección que nos deja la pandemia es necesario encontrar nuestras raíces culturales, el respeto a la naturaleza, la tolerancia a las diferencias, la vida sencilla frente al desenfrenado consumismo y hedonismo, la eliminación de prácticas tóxicas y nocivas para las relaciones entre los seres humanos, la eliminación de taras sociales como el racismo, la homofobia, la xenofobia y todo tipo de discriminación.
Necesitamos desarrollar la ciencia de la Vida, que responda a la gran pregunta ¿qué significa estar vivo? Es la pregunta que todos nos debemos plantear.
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