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Septenario Fiesta colonial que perdura en el tiempo

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Durante siete días el fervor fulgura en el centro histórico de Cuenca. La fiesta del septenario acicala sus calles, portales y templos. El Corpus Christi, el sabor de fe de antaño. Fiesta religiosa que esboza con la fundación de la ciudad Mariana. Un acto afable al Santísimo Sacramento. Exaltando su presencia, plenitud y grandeza.


De estilo barroco, con colores galantes y castillos formidables. Época que aviva el alma de adultos e infantes. Con melodías que regocijan el espíritu de la gente. Un escenario de sabores por doquier. Espacios de adoración y gozo. Tradición que persiste y trasciende con el tiempo. Siete días alusivos al libro sagrado.


Corpus Christi, antes llamado Corpus Domini, o cuerpo del Señor. Celebración que rememora la última cena de Jesús. De origen europeo. Procedente de la edad media en el siglo XIII. En honor a la sangre y el cuerpo de Cristo. Incentivada y promovida en Cuenca, en el siglo XVIII. Según registros históricos.


El Septenario, celebración católica impregnada con matices andinos. Fiesta popular simultanea al Inti Raymi. En honor al dios sol y a las cosechas. Un regazo de costumbres prehispánicas de los incas. Enlazada con el solsticio de junio. Un agradecimiento a la Pachamama, al Taita Inti y otras divinidades andinas. Liturgia efectuada hasta la modernidad.


Las cofradías, creadas en épocas de colonia. Son priostes originarios del Corpus Christi. Personas de elite social. Capaces de financiar la fiesta popular. Tradición delegada desde su instauración. Actualmente, la fiesta del Septenario, cuenta con diversos priostes durante su celebración. Práctica que agrupa a instituciones públicas y privadas. Encargados de presidir y persistir la costumbre.



A la fiesta del Corpus Christi, se incorpora el colorido despliegue de la pirotecnia. Un derroche de rayos y luces. Con destellos que alcanzan el cielo. Estructuras deslumbrantes de carrizo y papel de ceda. Cuatro metros de altura que despuntan en el corazón de la ciudad. Simbolizando la custodia del pueblo afable. Las luces que giran representan el sol de la eucaristía. La quema del castillo instaura lo más deseado de la noche. Minutos de camaradería y plenitud.


Otro factor intrínseco de esta festividad son los “dulces de corpus”. Incorporados a inicios del siglo XX. En tiempos de antaño, charoles de bocadillos eran ubicados al ingreso de la Catedral. Manjares elaborados por manos religiosas y damas de la nobleza. Una ofrenda para los fieles católicos. Ahora comercializados en pequeñas carpas acomodadas en los portales del parque Calderón.


Alfajores de máchica, huevos de faltriquera, empanaditas de maíz, anisados, roscas de yema, suspiros de monjas, quesadillas, pan de leche y cocados de horno, conformaban los tradicionales dulces del Corpus. El más codiciado hoy en día, son los populares “quesitos”. Por su peculiar significado. Menudas hostias a basa de harina de trigo, huevos y mantequilla. Sumando un sinfín de dulces modernos.


Una mixtura de espiritualidad, tradición y cultura popular. La exaltación religiosa más anhelada del año. Celebración que complacen cuencanos y extranjeros. La fiesta de todos. El Corpus Christi, solemnidad que trasciende la tradición. La fiesta del cuerpo de Cristo.


Autor: Pamela Guapisaca













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