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En tiempos de epidemia, la salud de uno solo nos alienta.

Foto del escritor: RESALTADOR DIGITALRESALTADOR DIGITAL

José Deleg


En este editorial dedicado especialmente a la pandemia que estamos viviendo, me gustaría citar un texto que puede que muchos de ustedes ya hayáis leído, pues es una reflexión tan oportuna y cargada de tanto significado que se ha vuelto viral en nuestras redes.

“Parece que el universo tiene su manera de devolver el equilibro a las cosas según sus propias leyes, cuando estas se ven alteradas. Los tiempos que estamos viviendo, llenos de paradojas, dan que pensar… F. Morelli

En una era en la que el cambio climático está llegando a niveles preocupantes por los desastres naturales que suceden, a China en primer lugar y a otros tantos países a continuación, se le obliga al bloqueo, la economía se colapsa, pero la contaminación baja de manera considerable. La calidad del aire que respiramos mejora, usamos mascarillas, pero no obstante seguimos respirando…


En un momento histórico en el que ciertas políticas e ideologías discriminatorias, con fuertes reclamos a un pasado vergonzoso, están resurgiendo en todo el mundo, aparece un virus que nos hace experimentar que, en un cerrar y abrir de ojos, podemos convertirnos en los discriminados, aquéllos a los que no se les permite cruzar la frontera, aquéllos que transmiten enfermedades.


En una sociedad que se basa en la productividad y el consumo, en la que todos corremos 14 horas al día persiguiendo no se sabe muy bien qué, sin descanso, sin pausa, de repente se nos impone un parón forzado. Quietecitos, en casa, día tras día. A contar las horas de un tiempo al que le hemos perdido el valor, si acaso éste no se mide en retribución de algún tipo o en dinero. ¿Acaso sabemos todavía cómo usar nuestro tiempo sin un fin específico?


En una época en la que la crianza de los hijos, por razones mayores, se delega a menudo a otras figuras e instituciones, el Coronavirus obliga a cerrar escuelas y nos fuerza a buscar soluciones alternativas, a volver a poner a papá y mamá junto a los propios hijos. Nos obliga a volver a ser familia.


En una dimensión en la que las relaciones interpersonales, la comunicación, la socialización, se realiza en el espacio virtual, de las redes sociales, dándonos la falsa ilusión de cercanía, este virus nos quita la verdadera proximidad, la real: que nadie se toque, se bese, se abrace, todo se hace a distancia, en la frialdad de la ausencia de contacto. ¿Cuánto hemos dado por descontado estos gestos y su significado?


En una fase social en la que pensar en uno mismo se ha vuelto la norma, este virus nos manda un mensaje claro: hacer resurgir en nosotros el sentimiento de ayuda al prójimo, de pertenencia a un colectivo, de ser parte de algo mayor sobre lo que ser responsables y que ello a su vez se responsabilice para con nosotros. La corresponsabilidad: sentir que de tus acciones depende la suerte de los que te rodean, y que tú dependes de ellos.


Dejemos de buscar culpables o de preguntarnos por qué ha pasado esto, y empecemos a pensar en qué podemos aprender de todo ello. Todos tenemos mucho sobre lo que reflexionar y esforzarnos. Con el universo y sus leyes parece que la humanidad está en deuda y la epidemia vino a explicarnos a un precio alto.


Lo más importante ahora es resurgir de las cenizas como el ave Fénix, y buscar la salida a los problemas del país, así también debemos mantener la calma y evitar contagiarnos siempre cumpliendo con las medidas preventivas que el Gobierno anuncia.

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