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Cuenca, cantón desolado en tiempos de pandemia.

Foto del escritor: RESALTADOR DIGITALRESALTADOR DIGITAL

Erick Méndez, Cristopher Ullaguari, Carlos Muñoz, Jocelyne Paredes.


El gran cuencano, Luis Cordero Crespo, jamás se equivocó cuando en sus letras te nombró como ¨Cuenca hermosa de fuentes y flores¨. La Urbe a la que todos queremos y admiramos, el cantón que tiene varias estaciones climáticas en un solo día, aquella ciudad, sufría un impacto nunca antes visto. Ni las guerras con el Perú habían convulsionado tanto a sus habitantes. Todos comenzamos el 2020 con una expectativa, iniciar una década de manera correcta y optimista.


El 14 de febrero del 2020, las autoridades confirmaron el primer caso de contagio en Ecuador, se trataba de una ciudadana de 71 años ecuatoriana que arribó procedente de Madrid. Poco después de esta noticia y de la atención que todo el país puso a los medios de comunicación, se conoció que la persona contagiada había fallecido. En ese momento se encendieron aún más las alarmas, así, con el pasar de los días, nos convertíamos en el tercer país del continente sudamericano con más casos de pacientes contagiados.


Salir a las calles de Cuenca, era revivir una escena de película, jamás se había sentido tanta soledad; aquellos feriados que solían ser diversión en ese entonces solo se escuchaba decir: “¡La ciudad está vacía!”, cuando en realidad todos estabamos encerrados a causa de un confinamiento. Tuvo que suceder este encierro general para ver la belleza de las aceras desoladas. Las experiencias contadas por personas que salían a las calles eran sorprendentes, caminar por el centro histórico que en condiciones normales era concurrido, ahora lucía vacío. El mirar la foto de un periodista en el estadio con el césped hasta la rodilla, causaba nostalgia en los aficionados del balompié ecuatoriano, hinchas del equipo rojonegro soñaban en asistir a un encuentro más del club de sus amores.


El Parque ¨Abdón Calderón¨, era el escenario de las tradicionales festividades morlacas. Jueves de compadres, Corpus Cristi, Desfiles que por sus colores pintaban el centro histórico, Conciertos gratuitos a causa de la independecia de la metrópoli, etc. ¨mirar aquellas graficas del Parque Calderón me causaba soledad, sentimiento y pena, pero, la ciudad necesitaba de un respiro, su jardín central requería recuperar ese verdor¨ expresaba con su mirada perdida y al borde del llanto Alfredo Serrano, a causa de su depresión temporal provocada en la cuarentena.


Los parques lucían descuidados, sólidos y tristes, pues las familias aún no podían reunirse como solían hacerlo de costumbre aquellos fines de semana. El césped largo cubría las piedras vistas que resaltaban las orillas de los 4 ríos de cuenca, pues su única compañía, eran los árboles añejos de copa alta, quienes en conjunto en las lluvias torrencias se movian sin cesár.


Todos los centros de abastos pasaron de una etapa de ruido a un momento de absoluto silencio, cuando lo único que se escuchaba en sus exteriores era el semáforo de la esquina al finalizar las veredas adoquinadas de la ciudad. Escasos eran los comerciantes que desde el 15 de marzo salieron a cumplir con su rutina diaria en los mercados del cantón morlaco. Miedo y desesperación figuraba el rostro de María Parra, comerciante y madre soltera, quien todos los días se dirigía a su puesto destinado en el mercado 10 de agosto para la comercialización de sus frescos vegetales cultivados en el huerto de su casa ubicada en la parroquia San Joaquin.


Los días se tornaban más cortos, las manecillas del reloj avanzaban sin detenerse, la gente tenía que regresar a sus hogares antes que el toque de queda les restrinja la libre circulación, a causa de aquello, camiones enteros, gavetas completas y comerciantes con su mirada hacia el suelo culminaban una jornada más en los centros de abastos. Pasaban los días y la esperanza se perdía porque no podían venderlo todo en cinco horas diarias. Después de la desesperación y angustia de no conseguir el sustento de todos los días, como la altivez del cóndor que representa el escudo de la bandera ecuatoriana se elevó la esperanza y nació la ilusión de venderlo todo en un solo día.



Así mismo, locales comerciales, boutiques, tiendas tecnológicas y más emprendimientos que han acompañado a cuencanos durante algunos años, tuvieron que cerrar puertas y bajar percianas a causa de la pandemia mundial. Aquellos comerciantes que supieron acatar las reglas se quedaron en su hogar, aun sabiendo el riesgo económico que tendrían con el pasar del tiempo. Su ingenio y creatividad nació a raíz de la necesidad de cumplir con sus obligaciones respectivas, pues tuvieron que adaptarse a la tecnología y utilizaron las redes sociales tal cual fuese una tienda física de comercialización de sus productos.


La fe católica que caracteriza a Cuenca se vio golpeada tras el cierre temporal de su variedad de templos ubicados por las calles de la Santa Ana de los 4 Ríos. Las redes sociales y sus múltiples funciones como las transmisiones en vivo se convirtieron en la única alternativa para llegar al hogar de cada uno de sus feligreses. Paz, esperanza y unión familiar es lo que aún causa la predica del padre Marcelo López, párroco de El Vergel, en cada una de sus eucaristías virtuales. Miles de seguidores de la fe católica esparcidos por todo el mundo accedían a su emisión en directo de la misa dominical. A través de una pantalla, utilizando la habitual red social, Facebook, el sacerdote concentraba a un sinnúmero de cuencanos radicados en el exterior y residentes en el cantón.


Los días pasaron, los feligreses se acostumbraron a tener un momento de relajación espiritual por medio de la tecnología. El optimismo no se perdía, cuando de pronto la notica más anhelada llegó a los hogares morlacos, los templos reabrían sus puertas, nada volverá a ser como antes, el tiempo a solas con el ser supremo era limitado, para algunos 15 minutos era suficiente, para otros no era más que una corta oración.


El lunes 1 de junio prometía ser diferente, pues el país cumplía 77 días de aislamiento, aún, en emergencia sanitaria la semaforización cantonal pinto de tonalidad esperanza en los rostros morlacos, aquel color gualdo (amarillo dorado) que resalta en la histórica bandera, significaba que las actividades laborales podían volver a la posible normalidad.



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